Cientos de niños y jóvenes de diferentes colegios de Neiva, Rivera, Palermo, Villavieja, entre otros, se reunieron este viernes en el Parque de la Música para escuchar al ciclista colombiano Rigoberto Urán, quien compartió su historia de vida y dejó un mensaje de superación, disciplina y esperanza.
Redacción: Diana Valentina Castro Murcia
Desde su pueblo natal, Urrao, cerca de Medellín, Urán recuerda su infancia ayudando en casa —barriendo, trapeando y apoyando a sus padres— mientras su padre lo animaba a practicar deportes. Primero probó el fútbol y el atletismo; más tarde, su padre lo invitó a montar en bicicleta. Nadie en su familia era ciclista, pero el ciclismo pronto se convirtió en su pasión, a pesar de no tener uniforme ni una bicicleta en buen estado.
"Empecé con una bicicleta muy mala. Los demás niños lo tenían todo, yo no tenía uniforme, pero me gustaba la bicicleta", les contaba a los escolares. Para ayudar en casa, vendía billetes de lotería y hacía pequeños trabajos: "En el pueblo me apodaban el oportunista porque lo hacía todo", dijo con una sonrisa.
Su vida cambió radicalmente a los 14 años: a esa edad perdió a su padre, asesinado en Urrao. Fueron días de inmenso dolor, pero luego comprendí que los seres humanos tenemos una enorme capacidad de levantarnos, dijo Urán. Continuó siendo cabeza de familia, empezó a trabajar para pagar la hipoteca y, al mismo tiempo, no dejó de entrenar.
Con recursos limitados, cada peso era decisivo: decía que ganaba "70.000 pesos cada quincena" y que el alcalde del pueblo una vez le dio "50.000 en el mercado". Uno de sus mejores recuerdos fue ahorrar para comprarse unas zapatillas de ciclismo que costaron 200.000 pesos: "Las cuidaba tanto que dormía con ellas; las limpiaba y las valoraba muchísimo", recordaba. Años después, su talento lo llevó a Italia y la misma marca con la que soñaba terminó patrocinándolo.
Urán también narró episodios dolorosos: la incomprensión de los demás ("no sirves para eso"), la maestra que lo mandó al psicólogo por contarle su sueño, y la envidia que lo obligó a aprender a no contárselo a nadie. "Los sueños no se cuentan a todo el mundo", fue una de las recomendaciones que dejó a los niños: "No todos quieren verlos realidad".
El ciclista no ocultó las dificultades físicas que ha enfrentado: recordó un grave accidente en el que sufrió lesiones en los codos y lo difícil que fue volver a empezar tras la recuperación. Sin embargo, recalcó que esos tropiezos fortalecen. "De la escasez a la abundancia, siempre hay que intentarlo. No hay excusas: disciplina, ganas y esfuerzo", concluyó.
Antes de retirarse de los escenarios, Urán enfatizó un último consejo para los jóvenes: "Trabajen duro, cuiden lo poco que tienen y mantengan la humildad. Si creen en algo, insistan".
